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13 de junio de 2013

Chinita Quingahuina.

Hermosa chinita, Quingahuinita
de tus lindos ojos me he ilusionado
desde que te vi correr por la puna
solamente pienso y vivo en tu amor.

Piel de Wira Wira, ojos de gongapa
un fresco manantial es tu boquita
tu cuerpo puro como la montaña
quisiera ser tu dueño linda flor.

Una mirada  tuya me cautivó
En un  dulce adicto me has convertido
de tu piel, de tus ojos y tus labios
 fresco elixir de delicada flor.

Para tí Quingahuinita

El cruel  destino me llevó  muy lejos
pronto volveré para estar contigo
y cuando el puñal de la muerte llegue
prefiero yo, morir en tu regazo.

Si por desgracia llego a morir lejos
Será mi alma  que aún enamorada
 irá en tus llantos a buscar consuelo
en el canto del viento de la puna.

Estoy muy loco, loco  rematado.
Estoy enamorado de tu piel
de esos tus lindos ojos de gongapa
 y delicada piel de Wira Wira.

Morir en tus brazos

Las brisas tienen tus manos
el mar canta con tu voz
Tu y Yo en la playa, en la arena
retumba el mar del corazón.

Sangra mi pecho, como el ocaso
Cuando el sol muere en el mar
Yo voy muriendo en tus brazos
y mis labios resucitan
con tus   divinos besos

Entre Tú y Yo está el mar
cálida arena, aguas frescas
nos arrullan y hablan de amor

Vuelan blancas las gaviotas
baten sus alas en el cielo
con mis frenéticos latidos,
vuelan con mis esperanzas.

No dejes de mirarme, Amor Mío

Te tengo prisionera en mis recuerdos,
allí despiertas,  en mis noches de insomnio:
Con tus caricias rozando mi piel,
tus suspiros consolando mis penas,
Hablándome,
Con  el color de tus labios.
 Asedia el recuerdo con tus sonrisas
desde  pliegues y ángulos escondidos.
Cambiar quiero el futuro por un ayer.
Te busco en el lecho, brilla el vacío.
No entiendo nada de nada, ni de tu ausencia.
Miro al futuro y tú ya no estás.
La nada.
A nadie le intereso, nadie me espera,
los perfumes de las sábanas guardan
el aroma de nuestra última noche.
Y es que ni los silencios son los mismos
nadie podrá llevarse tus recuerdos,
ni probar la gloria de haberte amado,
ni rogarte para que te quedaras,
ni amarte con locura y  sin medida,
ni aprisionar el rumor de la lluvia
para hablarte mirándote a los ojos,
ni saltar de gloria con cada beso
Ya nadie tus lágrimas secará
con el pañuelo blanco de mis besos.

Ya nadie te dirá:
No dejes de mirarme, amor mío