Ya me arrancaron del suelo
esos vientos del olvido,
quedaron tristes las jalcas
los pajonales, mi choza
y su añosos eucaliptos,
están alegres las hienas
La palmera de mi idilio
yace herida junto al río.
Palmera, mudo testigo
del olvido y de esperanza
y de la justicia anclada
en lo más hondo del río.
Forastero en tierra ajena,
en el mundo parcelado
donde yo vendo mi fuerza,
Mas no, jamás, la conciencia.
Hoy ya soy dueño de nada:
la nada que da el olvido
la nada que da el patrón,
Nada!!!, solo indiferencia!!!
Ahora soy forastero
Donde los ojos se cierran
Donde los cielos se rasgan
Donde los ojos y piel
pueden cambiar de color
Y La sangre es siempre roja
tal como amor y pasión,
rojo como el compromiso
de volver y pedir cuentas
al olvido, y al patrón,
ante las indiferencias,
al origen de los males.
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